domingo, 1 de abril de 2012

Sin paracaídas

Hay que tomar una decisión. Respirar profundo da igual, esa ansiedad repentina ha venido para quedarse. Momento de decidir, sin saber si es lo correcto, tu futuro. Momento de abrirse unas puertas y cerrarse otras. Imposible hacer algo con el convencimiento de que saldrá bien. Inevitable arrepentitse después en algún momento, sea cual sea la decisión que se tome.

Pero sin esto la vida no sería lo que es. Son las decisiones las que nos mantienen alerta, el ser humano es adicto a la incertidumbre. Necesitamos tirarnos al vacío sin paracaídas de vez en cuando, aunque nos cueste.

lunes, 26 de marzo de 2012

Decisiones


Según los antiguos, debemos tomar las decisiones en el tiempo que se tarda en respirar siete veces. El señor Takanobu decía: “si los juicios se alargan mucho, se pudren.” El señor Naoshige decía: “Cuando las cosas se hacen despacio, salen mal siete veces de cada diez. El guerrero hace las cosas deprisa.”
 
Si te pones a pensar en esto y aquello, no llegarás a ninguna conclusión en tus reflexiones. Debemos tomar las decisiones con espíritu intenso, fresco y expeditivo, en el tiempo que se tarda en respirar siete veces. Es cuestión de ser decididos y de tener ánimo para dar el salto sin más.


Yamamoto Tsunetomo

lunes, 12 de marzo de 2012

Montañas

Un desierto.
Caminar y tener la sensación de haber pasado antes por ese lugar.
Estar caminando en círculos.
Darse cuenta.
Ver a lo lejos un oasis.
Plantearse si ir hacia él o no.
Podría ser un espejismo.
Mientras tanto seguir andando en círculos, sin avanzar.
Decidir finalmente ir hacia el oasis.
Avanzar un poco.
Encontrar una montaña enorme.
Pararse a pensar cómo atravesarla.
¿Rodearla o trepar?
Aprovechar para tumbarse a descansar mientras se piensa la solución al problema.
Dormirse.
Amanecer al día siguiente y no haber llegado a ninguna conclusión.
Las ganas de llegar al oasis son menos.
Hacer un esfuerzo.
Decidir rodear la montaña.
A mitad de camino aparece otra montaña.
Decidir rodearla también.
Aparecen dos más.
Tomar la misma decisión.
Aparecen más.
Son cada vez más anchas.
Haber rodeado ya muchas montañas.
¿Cuál era el objetivo?
¿Rodear montañas?
Ah no, llegar a un oasis.
Que ya ni siquiera se puede ver.
Una cordillera lo esconde.
Quién sabe, a lo mejor después de todo era un espejismo.
¿Merece la pena seguir rodeando montañas?
Seguramente sí.
Puede que no.
Tumbarse a descansar una vez más.
Pensar.
Levantarse al día siguiente.
Volver a andar en círculos.

Tengo sed.
Me da igual.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Luna llena


Hay cosas que se suelen saber desde que eres pequeño, ya sea por observación o porque te las enseñen. Cuando siendo algo más mayores se descubren estas cosas, hay quien se siente estúpido (lógico) y también hay quién se siente ilusionado, recordando esa sensación que se tenía cuando éramos niños y descubríamos cualquier cosa. Fue esto lo que sentí hace unos meses, cuando descubrí algo que cambio mi forma de ver las cosas.

Sólo cuando la Luna está llena, se ve entera. Eso era lo que pensaba yo hasta que me di cuenta de que cuando no está llena también se ve todo su contorno, no se ve todo negro, se ve un círculo algo más claro alrededor de la parte que se ve. Fue una especie de alucine lo que sentí, pero a la vez me emocionó y… me hizo pensar. Me hizo pensar en aquello de que no siempre las cosas son como creemos, que a veces tenemos las cosas delante de nuestras narices y no las vemos realmente como son por no mirar con atención. Yo hace un par de años habría llamado loco al que me hubiese dicho que la Luna se ve entera siempre, y mira por donde es así. Me pregunto con cuantas cosas más me pasará lo mismo, porque estoy seguro de que no es la única, de que hay un montón de cosas que doy por hechas y a las que seguramente no haya prestado nunca la atención que debería. En mi caso, un descubrimiento tardío de algo que supongo que es evidente me hizo abrir los ojos sobre muchas cosas, me alegro de haber sido tan estúpido de no haberme dado cuenta antes.

miércoles, 4 de enero de 2012

Propósitos

Es un clásico, al acabar el año, consciente o inconscientemente nos proponemos cambiar algo. Ahí van mis propósitos:


- Estudiar más y aprobar todo.*

- Hacer más ejercicio y ponerme en forma.*

- Aprender a tocar la guitarra de una puñetera vez.*

- Cabrearme menos.*

- No estresarme tanto.*

- No abandonar las cosas a las primeras de cambio si al principio salen mal.*

- Ser capaz de dejar a un lado la pereza.*



*Ver términos y condiciones de cumplimiento.**




**El propósito de fin de año se cumplirá siempre y cuando no requiera un gran esfuerzo físico o mental, y siempre que se observen resultados desde el principio.


lunes, 2 de enero de 2012

Sería impensable

Hoy he recordado algo que me pasó cuando era un niño. Tendría 10 años o así. Era Navidad, y mis amigos y yo quedamos una tarde para ir a pedir el aguinaldo por las casas del pueblo (es una ciudad, pero para mí es como si fuese un pueblo, me gusta más). Volviendo a mi historia, seríamos 7 u 8 los que íbamos ese día. Era esa época en la que las gamberradas eran parte de nuestra diversión, qué años tan maravillosos.

Cuando llegamos a la primera casa, llamamos al timbre y nadie nos abría, pero oíamos voces, eran “unos viejos”. Entonces, indignados, llamamos más veces y justo antes de que abriesen para darnos cuatro voces eché un chorro de  “nieve” del típico spray de Navidad en la puerta, en la mirilla. En ese momento la puerta se abrió y, lógicamente, echamos a correr. Desgraciadamente, la mitad se fue corriendo hacia la derecha de la puerta y la otra mitad hacia la izquierda. Y corrimos bastante, qué cosa más tonta, ni que los abuelos hubieran ido corriendo detrás de nosotros… Pero menuda adrenalina. El caso es que nos dividimos, y aunque nos buscamos después por las calles de alrededor, no volvimos a encontrarnos en toda la tarde. Yo lo pasé genial con los tres que corrieron hacia la derecha, como yo, y además conseguimos bastante dinero, o eso nos parecían entonces  20 euros.

Reflexiono y me doy cuenta de que eso hoy en día sería impensable. No me refiero al hecho de conseguir 20 euros pidiendo el aguinaldo, que también, sino al hecho de que unos chavales se separen y no se vuelvan a encontrar. Hoy en día tienen móviles, es tan fácil como llamarse y encontrarse en algún sitio. Y quizás aquel día me hubiese gustado tener un móvil y haberme encontrado con los que corrieron hacia la izquierda. Sin embargo hoy me alegro de haber pertenecido a una de las últimas generaciones que se perdían si unos corrían hacia la izquierda y otros hacia la derecha. Tengo la sensación de que he vivido una de las últimas infancias de verdad, antes de que la tecnología destruyese la infancia tal y como fue concebida. Y estoy orgulloso de ello.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Percepciones

¿La realidad es una? Buena pregunta. Todos tenemos nuestra propia realidad pero quizá sólo sean opiniones acerca de una realidad única y verdadera, o no. Soy daltónico, poco pero lo suficiente para confundir de vez en cuando el marrón con el verde o con el rojo, o el azul con el morado. Si yo una mesa la veo marrón, mi realidad es que es marrón, aunque sea verde. O aunque la mayoría de la gente la vea verde, mejor dicho. Porque... ¿se puede afirmar que ES verde? Habrá animales que la vean en blanco y negro, o roja, habrá hasta quién no la vea. Y de las personas no daltónicas no todas verán el mismo tono de verde. De hecho está demostrado que la mayoría de las personas ven los colores más claros con un ojo que con el otro.



Mi conclusión es que no hay dos realidades iguales y mucho menos una realidad absoluta. Incluso me atrevo a decir que ni siquiera nosotros, ni lo que vemos o sentimos tenemos por qué ser reales. Y si no hay dos realidades iguales con algo tan objetivo como los colores, ¿cómo las va a haber con el pensamiento? ¿cómo puede alguien estar seguro de que lo que piensa es verdad? Pues así es el ser humano. La mayoría, y me incluyo, pensamos que nuestra realidad es la absoluta y que todos deben ver las cosas como nosotros lo hacemos, intentamos imponer nuestra realidad y nuestro criterio, y eso nos hace débiles.