"Se designa con esa palabra la facultad de creer que lo negro es blanco, más aún, de saber que lo negro es blanco y olvidar que alguna es se creyó lo contrario. Esto exige una continua alteración del pasado, posible gracias al sistema de pensamiento que abarca a todo lo demás y que se conoce con el nombre de doblepensar. […] Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias albergadas a la vez en la mente".
martes, 20 de mayo de 2014
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domingo, 6 de abril de 2014
La mierda de siempre
Asistes a una charla en la que interviene un representante de una multinacional. Lo típico, antes de empezar a hablar de lo que realmente ha ido a hablar te cuenta todas las bondades de la empresa. Se le llena la boca hablando de los valores de la compañía: el respeto, la responsabilidad con el mundo y sus situaciones, la sostenibilidad, buscar el progreso y demás palabras bonitas. Después cifras que la gente de a pie no entiende pero que por la cantidad de ceros que tienen detrás, impresionan. Y luego te pone un vídeo, un vídeo cojonudo, con dibujos y esas cosas que te emboban un rato. Y de repente en el vídeo empiezan a aparecer frases como "el mundo será cada vez más rico y habrá muchas más transacciones económicas", "los países tendrán más riqueza", poniendo como ejemplo a Italia, México o Rusia. Te dicen que esto no para de avanzar, que cada vez habrá más formas de ganar dinero, más mercados, y que eso es genial para la empresa, y para ti si trabajases con ellos. Se acaba el vídeo, el tío sigue con su presentación en Power Point y llega al también típico momento en que habla de la labor social de la empresa, de como sus empleados colaboran con Unicef y ayudan a los viejecitos a cruzar la calle. Luego te dice que bueno, a veces con todo el dolor de su corazón la empresa tiene que tomar "decisiones difíciles" (como por ejemplo despedir a miles de empleados), pero siempre desde el máximo respeto a las personas y su situación y que bueno, que la vida sigue y ya está, la culpa es de la crisis. En cuanto al medio ambiente, en la empresa se hacen las restricciones que las leyes actuales obligan a hacer y probablemente lo hagan a regañadientes porque les ocasione pérdidas, pero este señor trajeado te lo vende como si ellos mismos hubiesen redactado el protocolo de Kyoto y todo lo que hacen "por el planeta" hubiese sido una iniciativa suya. Para acabar, algún vídeo más, alguna cifra más y ya está.
A veces pienso que soy el único que ve contradicciones en estas cosas o que piensa que nos toman por gilipollas.
Ejemplo de contradicción del mundo de hoy |
Este mundo nuestro funciona así, ya lo sé, pero vaya puta mierda, ¿no? Tiene que llegar un tío engominado con su traje y decirte que respetan al mundo y luego te dice que "el mundo" será cada vez más rico obviando que para que algunos países sean más ricos, otros serán (aún) más pobres. Dice que tienen responsabilidad social cuando semanas antes has visto en la tele que han echado a la calle a miles de trabajadores porque no tenían suficientes beneficios. Indemnización de mierda, palmada en la espalda y a la calle. Eso sí, con gran respeto. ¿Y tú tienes que asentir la cabeza, creértelo y llevarte una gran impresión de la empresa? ¿De verdad?
Ya que todo lo que no tiene que ver con sus beneficios les suda los huevos, al menos podrían tener la decencia de no presumir de lo contrario. Que al menos digan "queremos beneficios año a año y lo demás no nos importa una mierda", al menos serán sinceros. Pero no, hacen bien en hacer eso, porque la gente se lo cree. El engominado se llevó una ovación.
sábado, 22 de marzo de 2014
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martes, 11 de marzo de 2014
Vergüenza
Hace 10 años del atentado del
11-M y todavía no ha empezado a darle vergüenza a los políticos españoles
utilizarlo como arma política. Unos y otros, otros y unos, buscando argumentos
en una tragedia que acabó con la vida de 191 inocentes para desprestigiarse
mutuamente y quedar por encima del otro para lograr el fin definitivo de su
existencia: la confianza de la gente, votos, dinero. Un acto solemne cada año,
un minutito de silencio para contentar a la parroquia, cara de pena y tirando.
Seguro que todos aquellos que
perdieron a alguien ese día llevan 10 años disfrutando mucho viendo por la tele
como se utiliza la muerte de alguien a quien querían para hacer política.
Y no sólo políticos, que si de
algo esta lleno este país es de memos y miles de personas se pasan la vida
buscando una explicación a lo ocurrido que satisfaga sus ideales políticos y
deje en buen lugar a quien a ellos les convenga. Por no hablar de medios de comunicación al servicio de uno u otro partido político o una u otra ideología que publican informaciones tendenciosas incluso tratándose de algo así. Dan asco.
¿Pero cómo se puede esperar de
los políticos que respeten a los muertos si ni siquiera respetan a los vivos?
Luego que por qué me da asco la política, que por qué no confío en la “democracia”
actual. A pastar. HIJOS DE PUTA.
jueves, 6 de marzo de 2014
Del Harlem Shake a las selfies
Y así sucesivamente. "Se pone de moda" cualquier gilipollez y todos a hacerlo. ¿A quién le interesa que se ponga de moda? ¿Se aprovechan estas modas para hacer publicidad y engañar a la gente? ¿Se están riendo de nosotros? Eso nadie se lo plantea, se hacen la foto a sí mismos en una postura extraña y si consiguen 20 retweets duermen felices esa noche.
Y así funciona el mundo.
jueves, 28 de noviembre de 2013
Adicción al sufrimiento
Cuando era pequeño y jugaba en el parque con mis amigos, si jugábamos al escondite entre arbustos o dábamos carreras o simplemente caminábamos o hacíamos el tonto, si había que elegir entre un camino liso y uno con piedras, ramas o zarzas yo me iba por el segundo. Las heridas en las rodillas no me molestaban y las cicatrices las veía, y las sigo viendo, como pequeños trofeos. Me gustaba lo difícil. Siempre me gustó. Y me sigue gustando.
Al final todo depende cómo te planteas intentar ganar en este juego que te propone la vida. Ante el fracaso hay muchas formas de reaccionar. Hay quien rebaja sus aspiraciones y se pone el listón más bajo, hay quien abandona directamente y también hay quién mantiene la exigencia al mismo nivel o incluso la sube, consciente de que es capaz de lograr en un segundo intento lo que en el primero no estuvo ni cerca de conseguir. Eso último nace de una valiosa confianza en uno mismo que le impulsa a seguir confiando en sus posibilidades, pero lo que se pone en juego cuando se intenta una revancha es precisamente eso, la confianza en uno mismo.
Puedes caer y te puedes levantar, pero hay para quien levantarse no es suficiente. Hay quien después de caer necesita dar un salto para compensar a su autoestima por el fracaso anterior. Hay quien ante el fracaso se pone metas más altas. Un órdago. Y los órdagos tienen lo que tienen: ganas todo o pierdes todo.
Si tú le echas un órdago a la vida ella te lo va a aceptar. Sí o sí. Y cuando lo haces sabes a lo que te atienes. Sabes lo que puede pasar si lo pierdes, sabes que caerías a un agujero más profundo del que estabas intentando salir. ¿Arriesgado? Sí. ¿Bajar el listón sería más sensato? Seguramente. Pero no te lo planteas. Porque sabes lo que eres capaz de hacer. Lo que fuiste capaz de hacer. Lo que deberías ser capaz de hacer. Y lo tienes que intentar. Porque sólo un éxito mayor podrá redimirte del fallo que cometiste.
Pero el fracaso te va quitando fuerza, y aunque tu confianza en ti mismo parezca seguir intacta, inconscientemente cada vez estás menos seguro de lo que haces. Cada derrota te roba un poquito más de fuerza. Siempre creíste no estar dándolo todo, que podías dar más llegado el momento. Siempre creíste tener una reserva, un margen de mejora. Cuando llegaron los primeros fracasos tenías claro que podías hacer frente a lo que viniera después, pensabas que en realidad era cuestión de ponerse serios de una vez y dar un puñetazo sobre la mesa. Y llegado el momento te preguntas si no será que realmente no das más de ti. Pero te lo quitas de la cabeza porque no puedes permitirte pensar eso. Porque si piensas eso sí que se acabó. Porque ese es el fino hilo que separa el convencimiento de la desesperación y sabes que si se rompe estás hundido.
Y el puñetazo te lo acaban dando a ti. Estabas en una situación de relativa y engañosa comodidad y de repente todo se viene abajo, tropiezas de una forma exagerada. Pierdes el órdago. Respiras hondo y sigues. Sigues porque es lo que has hecho siempre, sigues porque tú la vida la entiendes así, porque estás dispuesto a sufrir, porque un día aprendiste que disfrutabas más triunfando cuando lo que dejabas atrás era dolor y sufrimiento que cuando todo era color de rosa.
Pero igual que la vida acepta siempre los órdagos, ofrece siempre también revanchas cuando los pierdes.
Y el reto que te propones para reponerte es tan exagerado como tu tropezón anterior. Pero lo puedes conseguir. Lo sabes. Aunque tienes muy claro que un nuevo puñetazo podría ser casi definitivo, dejarte muy tocado. Pero definitivo sería para alguien normal, para alguien coherente, no para ti, porque tú has venido aquí a salir adelante aunque eso suponga meterse entre las zarzas. Y aunque la palabra fracaso vaya de tu mano, en el horizonte, en la meta, no te la planteas. No va a ser definitivo porque cuando alguien así se propone algo lo acaba consiguiendo. Y cuanto más se sufre en el camino más se disfruta en la meta. Pero siempre cabe preguntarse si el camino correcto es elevar la autoexigencia hasta tal punto de volverse casi loco. Cabe preguntarse si no sería más fácil tomar el camino que sigue todo el mundo. El del realismo, el de adecuar tus acciones a los resultados objetivos y visibles más que a lo que tú sabes o crees saber que eres capaz de hacer. En algún momento habrá que echar el freno, en algún momento el sufrimiento será excesivo y convendrá parar, siempre hay que tener presente esa posibilidad. Pero no es una opción planteárselo ahora, el nuevo órdago ya está echado, la vida por supuesto lo aceptó y ya hemos levantado una carta cada uno. Ella lleva un rey, yo un dos. Veremos qué pasa con las otras tres. Una victoria en el reto más difícil supondría borrar de un plumazo el sufrimiento anterior y convertirlo automáticamente en satisfacción. Porque así funciono yo. Porque esas son mis zarzas.
domingo, 24 de noviembre de 2013
"Un comportamiento autodestructivo es con frecuencia una forma de auto-castigo en respuesta a un fracaso personal".
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