lunes, 24 de octubre de 2011

sábado, 15 de octubre de 2011

El miedo global

En los baños de mi universidad hay unos carteles con poesías y textos varios, justo encima de los urinarios, para leerlos mientras meas. Este me gustó:


El miedo global

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo a morir, miedo a vivir.

EDUARDO GALEANO

martes, 4 de octubre de 2011

Hasta siempre, amigo.

Triste final para mi móvil. Nunca pensé que le pudiese coger tanto cariño a un objeto. Ese móvil representaba para mí la lucha personal contra lo impuesto socialmente, a pequeña escala, está claro. No había nada que me agradase más que sacarlo y ver como los de mi alrededor (con sus smartphones y sus móviles táctiles de última generación) lo miraban por encima del hombro, pensando que dónde iba yo con eso. Tenía poco más de dos años, por cierto. Además, era un móvil "luchador", ha salido de muchas. Sobrevivió a un par de inmersiones acuáticas y a golpes de todas clases y en todo tipo de superficies, incluso a una caída desde una altura de dos pisos. Hubo que llevarlo a arreglar en una ocasión porque las teclas no respondían y la música empezaba a sonar sola. Después no vibraba, y estuvo sin vibrar unos días hasta que un buen día se arregló. Hace poco tuvo exactamente la misma crisis (había pasado justo un año desde que lo habían arreglado, justo un año después de comprarlo, ¿casualidad? No lo creo) y se había repuesto de nuevo. Estaba muy orgulloso de él, y puedo decir que lo sigo estando, porque no ha muerto, lo he perdido y allá donde esté seguirá dando guerra.




Decía que fue un final triste porque no ha sido culpa suya sino mía. Siempre pensé que llegado el día se rompería y, sinceramente, no pensaba que le quedase mucho. Mi ilusión era que llegase a los tres años. Hoy salí de casa con tiempo de sobra (algo histórico) y decidí irme andando a la estación, no coger el autobús. Tan sobrado iba de tiempo que me he relajado demasiado y cuando ya estaba cerca, he sacado el móvil y he visto que quedaban dos minutos para que saliese el tren y he echado a correr. Ha sido la última vez que he visto mi móvil. He subido al tren y ha sido entonces cuando me he dado cuenta de que en la carrera se me había caído. Me he bajado en la primera parada y he vuelto a buscarlo, pero ya no estaba.

¿Y ahora qué? ¿Cedo ante el imperio de las compañías telefónicas y me paso a contrato para que me den un buen móvil con tarifa de Internet? Poco a poco me iré sometiendo al sistema y acabaré siendo de contrato y pagando un pastón todos los meses por el móvil, es lo que ellos quieren y al final me obligarán de una manera u otra. Haber perdido este móvil supone un paso atrás en esta lucha, pero la alargaré todo lo que pueda, es una cuestión de principios.