jueves, 3 de febrero de 2011

Entre líneas

Ayer leí el periódico, quizá esté mal que sea algo excepcional... pero cogí uno en la cafetería de la universidad y después, en la soledad del viaje de vuelta en tren me apeteció echarle un ojo y leer lo que me llamase la atención. Mucho Egipto (ya era hora de que me enterase bien de qué coño está pasando), mucho Zapatero y mucho Rajoy, y poco más, aunque no está de más reconocer que en lo que más ganas puse fue en leer las hojas de deporte. A lo que iba, en medio de una noticia sobre el descenso de la venta de coches en los últimos meses en España (las únicas noticias de las que leo algo más que el titular son las que hablan de datos estadísticos o cosas que por huevos tienen que ser objetivas, no me gusta que me intoxiquen con sus ideologías), leí lo siguiente:

"En concreto, la mayor disminución se registró en el segmeto de la venta a particulares, con un retroceso del 43,3%, mientras que los demandantes de mayor nivel adquisitivo, que quedan reflejados en la matriculación de vehículos de lujo, y las empresas parecen inmunes a la adversa coyuntura económica; sus compras aumentaron un 133% (si, es 133, no es 13) y un 20,8%, respectivamente.

Yo no sé de economía, no sé de política, pero no soy gilipollas. Como digo siempre, el dinero es como eso de la energía que nos enseñaron unos años atrás, ni se crea ni se destruye, pero con una diferencia: no se transforma, simplemente cambia de manos.

 Al leer esto pueden pasar dos cosas: puedes leerlo, levantar las cejas cuando ves lo del 133%, pensar "como me gustaría tener un coche de lujo" y pasar la página o puedes reflexionar un poquito y darte cuenta de las cosas. Mientras la población media, la gente normal y corriente para entendernos, cada vez puede permitirse menos gastos y se reduce casi a la mitad el número de coches que compramos (esto se refiere a coches pero se podría aplicar a muchos y diversos gastos), los "demandantes de mayor nivel adquisitivo" aumentan en más del cien por cien (hay que pararse a pensar en lo que esto significa) la compra de coches, perdón, corrijo, de coches de lujo. No hay que ser muy listo ni inteligente para llegar a la conclusión de que la pobreza de unos siempre enriquece a otros (todavía hay alguien que se preguntará por qué hay pobreza en el mundo, por eso amigo, por eso...) y que cuanto menos tiene alguien, más tiene otro alguien. Esto pasa, está pasando, día a día,¿y la sociedad qué hace? La sociedad piensa lo que le diga el canal de televisión que ve o el periódico que lee (dije que un día hablaría del borreguismo, pero no va a ser hoy tampoco), si a unos les dicen que Zapatero se llena los bolsillos a costa nuestra y que es un chorizo y un ladrón, se lo creen, y si a los otros les dicen que Zapatero es un angelito que va a intentar cambiar la situación y lo va a conseguir, también se lo creen, se creen lo que se quieren creer y es todo metira, la única verdad que hay, por triste que sea, es que lo único que manda sobre la sociedad, sobre el mundo, es el dinero, y lo que es más triste aún es que no, no se puede arreglar. Ni Zapatero lo va a arreglar, ni Rajoy, en caso de que gane las elecciones lo va arreglar, ni Zapatero ni Rajoy compran coches de lujo, no. ¿Y quién los compra? ¿Quiénes son los "demandantes de mayor nivel adquisitivo" (llamativo eufemismo para no decir "los ricos", por cierto)? Pues los compran los grandes empresarios, sí, esos que cualquier día despiden a nuestro padre (y a nosotros cuando trabajemos, si algún día trabajamos), lo dejan en la puta calle y con los beneficios que gane su empresa cambia el Porsche por un Ferrari, esos son los que los compran. Esos, sus hijos y a quien ellos quieran enchufar. Y si los políticos y la prensa nos intentan engañar es porque es tan patética la realidad que si todo el mundo se diese cuenta de ello quizás todo se iría a la mierda. Esto está montado así y arreglarse no se va a arreglar, es imposible, irá a más y a más y a más hasta que explote, y algún día, más pronto de lo que pensamos, esto va a petar, va a estallar la burbuja y mejor no imaginar lo que puede pasar entonces.



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