lunes, 14 de noviembre de 2011

Restart

Tal día como hoy puedo decir que mi último intento de motivación ha sido un fracaso. No es que no me lo esperase, pero por un momento tuve la sensación de que esta vez saldría bien. Buscar razones no sería difícil, porque no son pocas. Ya me di cuenta hace tiempo de que el orgullo, que de tantos problemas me había sacado antes, no iba a ser suficiente esta vez, y así es. Ya me da igual que me piquen, me da igual que disfruten cuando me ven caer y me da igual lo que piensen o digan sobre cómo hago o dejo de hacer las cosas, no me motiva.
 Me gusta que me subestimen, siempre me gustó, porque cuando llega el éxito disfruto el doble imaginándome que piensan los que no habrían apostado una mierda porque lo consiguiese. Prefiero que me subestimen a que me sobreestimen, al contrario que a la mayoría de la gente. Sí, esa gente que no hace más que ensalzarse e intentar crear a su alrededor un corro de admiración popular. Pero para que el hecho de que (casi) todo el mundo te subestime no te afecte, tienes que tener dentro una fuerza que te lleve a seguir intentando darles en todos los morros. En definitiva, no te tienes que subestimar a ti mismo más de la cuenta, y eso es lo que está fallando. Cuando los éxitos no llegan y cada intento de motivación fracasa, es normal que esa fuerza desaparezca pero aún así, no sé  qué coño es pero hay algo. Algo que me dice que lo tengo que volver a intentar. Y así lo haré, marchando otro intento de motivación. Otro intento de encontrar la forma de sentir que lo que hago vale para algo y sentirme a gusto con algo que tenga algo que ver conmigo. Vuelta a empezar. Porque como dije hace poco aquí, mi autoestima arde lentamente, pero por alguna extraña razón no se ha consumido entera todavía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario