lunes, 14 de mayo de 2012

¿Smart? ¿Phones?

"Smartphones", una palabra que cada día se escucha más, y que hace poco años ni la conocíamos. Han entrado en la vida cotidiana de millones de personas y, como tantas otras cosas, han venido para quedarse. El smartphone lo tiene (casi) todo aunque sea de gama baja: cámara, 3G, Wifi, Bluetooth, GPS, radio, Whatsapp, grabadora, juegos (todos altamente adictivos), aplicaciones de todo tipo, mensajería.... Y teléfono. Los móviles han pasado de "ser" teléfono a "tener" teléfono.


Hace 6 meses perdí mi anterior móvil, un Nokia que ni siquiera tenía pantalla táctil, un móvil a prueba de bombas, al que la batería le duraba una semana o más y con el que yo era feliz. No necesitaba otra cosa: llamar y escribir mensajes. Aún así, si digo que los smartphones no me llamaban la atención, estaría mintiendo. Son útiles, las cosas como son. Internet se ha convertido en una necesidad (hay que admitirlo) y tener la posibilidad de acceder a él desde cualquier sitio es un lujo. Pero yo no quería (mejor dicho, no ansiaba) tener uno. Llegó el momento de elegir móvil nuevo y tenía tres opciones: gastar 80 € en un móvil del estilo del que tenía, gastar 110 € en un smartphone de gama baja o la favotrita de la sociedad, gastarme una pasta en un Samsung Galaxy o un HTC del copón o un iPhone. Elegí la segunda opción, haber elegido la primera más que una cuestión de principios habría sido una gilipollez.


Lo cierto es que entiendo a la gente que está enganchada al móvil, tener mensajería instantánea gratis, poder escribir un tweet en cualquier momento, poder leer el periódico por Internet en cualquier sitio... En fin, suficientes alicientes como para no estar de brazos cruzados en un tren, en un banco o incluso en una clase. Para poder hacer estas cosas, evidentemente, se necesita acceso a Internet, sin él no se aprovechan las ventajas de un smartphone. Y en esa situación estoy yo, no tengo tarifa de datos, ni la quiero tener. En la universidad y en mi casa me puedo conectar mediante el Wifi, ¿para qué quiero más? Puedo vivir sin Internet en el tren (aunque si lo hubiese, probablemente lo usaría), y puedo vivir sin ir por la calle con la cabeza agachada mirando el móvil. El móvil (como teléfono) se ha convertido en una necesidad, si estoy fuera de casa y me quedo sin saldo o sin batería (o lo más terrible, sin las dos cosas) me siento inseguro. No quiero que me pase lo mismo con esto, y estoy seguro de que a mucha gente le pasa ya, aunque no lo reconozcan.


A nivel comercial lo que interesa no es que la gente tenga un smartphone, el smartphone no es más que una manera de que las tarifas telefónicas crezcan, que los que antes gastaban 15-20 euros al mes en teléfono ahora gasten 30-40. No considero que yo, siendo de tarjeta de prepago, al haberme comprado uno de los peores smartphones del mercado haya caído en la trampa. Mi conciencia está bastante tranquila en ese sentido.


¿Inteligentes? Sí, pero no es el móvil el inteligente sino el que ideó la manera de sacarle provecho (siempre sinónimo de dinero en los tiempos que corren).


Los SMS y las llamadas (tal y como las concebíamos hace unos años) están destinados a una muerte lenta (menos lenta en el caso de los SMS, que están agonizando), ¡quién lo iba a decir! ¿Por qué el telégrafo (texto) perdió la batalla contra el teléfono (voz) y ahora es la voz la que está perdiendo contra el texto? El ser humano es así, eterno insatisfecho, pendular, es tan simple como eso. De aquí a unos años estaremos hablando del proceso contrario, es nuestra naturaleza.


En definitiva, desearía no haber perdido mi anterior móvil y tenerlo todavía, pero si lo volviese a perder, volvería a comprarme este mismo.
Y digo "este mismo" porque esto lo estoy escribiendo en la estación, hoy 12 de mayo, mientras espero al tren, con la aplicación de Blogger (por eso digo que es útil este cacharro), pero no podré publicarlo hasta que no llegue a casa, o mañana, o cuando sea, y me da igual, y así quiero que siga siendo hasta que llegue el día (que llegará) en que la comunicación sea casi imposible sin Internet en el móvil. Hasta entonces, seguiré así. Cuestión de principios.

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