Me duele España. Me duele el
mundo en realidad, pero hoy me limitaré a hablar de lo que vivo en primera
persona. Me duele por muchas cosas, pero hoy no hablaré de la crisis, ni de los
políticos, ni de la corrupción, ni de los bancos. Hoy hablaré de nosotros.
No está bien generalizar, pero es
imposible hablar de un país sin hacerlo, así que, generalizando, los españoles
somos un puñado de sinvergüenzas que buscamos conseguir mucho esforzándonos lo
menos posible, a costa de lo que sea y de quién sea y haciendo todas las
trampas posibles.
Me explico: el español medio
tiene como principio fundamental que lo que él piensa es la verdad absoluta, y
además su principal objetivo es que a él no le engañe nadie. Ser el más listo.
Porque en este país, si no haces trampas en la declaración de la Renta, si no
copias en los exámenes o si no te descargas música de Internet, “eres gilipollas”.
Si hay un camino fácil para
conseguir lo que quiere, el español lo sigue. Sí o sí. ¿Para qué ganar 3.000
euros honradamente si puedes ganar 5.000 haciendo chanchullos? ¿Para qué buscar
un trabajo como los demás pudiendo conseguir algún enchufe? Dudo mucho que
exista un país en el mundo en el que el "fenómeno enchufe" esté tan
extendido (y aceptado, eso es lo triste) como aquí. Y mientras unos consiguen
un trabajo por enchufe, otros que han trabajado y estudiado para conseguirlo,
se quedan sin él. Y aunque se sepa, no se puede denunciar, eso es así y ya
está.
"Eso es así y ya está".
Frase muy popular en España. Porque otra característica del español medio es
que se deja mangonear y es manipulable hasta decir basta. El español medio no
suele rebelarse contra lo que considera injusto. Bueno, sí, se rebela pero de
boquilla. En el bar con los amigos y en las cenas familiares es capaz de
conseguir que parezca que quiere y puede cambiar el mundo, pero después le da
pereza ir a una manifestación o secundar una huelga general. También le da
pereza decirle a su jefe que lo que le pide está fuera de lugar o que no está
de acuerdo con él, no vaya a ser que se enfade. Así que se podría decir que el
español medio traga con que le humillen o utilicen sin decir nada, lamiéndole
el culo a quien haga falta con el objetivo de ascender, aunque eso implique
renunciar a sus principios, si es que los tiene. Pero claro, por el mismo
razonamiento, si se siente superior a alguien (el español medio suele sentirse
superior a casi todo el mundo), acostumbra a mirarle por encima del hombro,
desahogando así su frustración por su inferioridad y debilidad ante aquellos
cuyos culos lame un día tras otro, o simplemente ante quienes tienen más dinero
que él.
El dinero, otro tema interesante.
Porque aunque resulte paradójico, al español medio le gusta la ostentación,
pero cuando tiene dinero, le gusta que la gente no sepa que lo tiene. Supongo
que se piensa que no se le nota que lo tiene, pero no hay cosa más fácil que
darse cuenta de quién tiene más y quién tiene menos. Luego están los que
quieren aparentar tener más de lo que tienen, que no son pocos. "Eres un
rata", otra frase bastante habitual en España, y que, casualmente dicen
más quienes más ratas son. Porque así somos los españoles.
Hay también otras características
típicas del español medio. Es cotilla, muy cotilla. Le encanta saber cosas de
los demás y después contarlas. El "vale, no te preocupes" que se
contesta al "no se lo digas a nadie" suele significar "se lo voy
a decir a quien me salga de los cojones y se va a enterar quien menos quieres
que se entere". También le gusta saber cosas de los demás para poder
practicar uno de los dos deportes nacionales por excelencia: criticar. Porque
si algo le gusta al español medio, es criticar lo que hacen los demás, aunque
él lo haga también. Y no podemos olvidar el segundo deporte nacional: hablar
sin saber. Criticar sin saber, hablar por hablar, hacernos los importantes
aunque no tengamos ni idea de lo que hablamos. Nos encanta.
¿Y de qué nos gusta hablar? Pues
de cualquier cosa, pero hay que dejar claro que el español medio habla muy en
serio de las cosas menos importantes y deja las bromas y el cachondeo para las
cosas que importan. Porque aquí las cosas funcionan así. Aquí una mujer mayor
destroza un cuadro cuando lo restaura y lo deja hecho un esperpento y ese mismo
fin de semana hay 3 programas especiales sobre eso en televisión. Y como los
españoles somos así, los curiosos se agolpan en la iglesia donde está el cuadro
para verlo antes que nadie. Eso deriva en que a alguien se le ocurra cobrar
entrada por verlo y así nace un negocio. Un negocio corto, eso sí, porque aquí
todo cae en el olvido muy pronto. En los telediarios se empiezan a contar
muchas historias, pero no se termina ninguna. ¿Sabe alguien como están en Lorca
después del terremoto de hace año y
medio? Cuando el tema dejó de vender y los famosos dejaron de hacer gestos de
solidaridad, cayó en el olvido. Pero eso es solo un ejemplo. Si secuestran a un
niño, la noticia dura hasta que tristemente aparece su cadáver, pero en ese
tiempo que pasa desde que desaparece hasta que lo encuentran, los diversos
programas de televisión se encargan de presentarlo como si fuera una serie
policiaca, entrevistando a familiares que lo están pasando mal día sí y día
también y creando tertulias para aprovechar el tirón del tema. ¿Y los españoles
en sus casas qué hacen? Pues verlo, cómo no. Nos encanta el morbo.
Hablaba antes de gente
agolpándose en la puerta de una iglesia. Cabe recordar que el español medio
acude en masa a un sitio principalmente ante dos situaciones: que quiera ver
cuanto antes algo de lo que todo el mundo habla o que regalen algo.
El español medio le da audiencia
a Telecinco, pero lo niega delante de todo el mundo. Y sabe más sobre la vida
de Belén Esteban o Julio Iglesias que sobre la de algunos miembros de su
familia. En televisión, los debates del corazón y los de fútbol tienen más
audiencia que los de política y actualidad. Es una buena forma de resumirlo.
El español medio se ofende e
indigna si los franceses (oh, los franceses, cuanto nos odian, qué terrible
enemigo, con lo que nosotros les queremos y lo bien que hablamos de ellos)
hacen un programa de televisión con guiñoles e insinúan que los deportistas
españoles se dopan, pero en las calles españolas es difícil no escuchar frases
como "las portuguesas tienen bigote" o "las moras huelen
mal".
También somos hipócritas. Hablar
mal de alguien a sus espaldas y después juntarse con ese alguien como si nada,
para hablar mal de otra persona es bastante típico.
La envidia tampoco se nos da mal.
Ni las chapuzas a la hora de arreglar problemas. Hombre, mejor hacerlo rápido y
quitárnoslo de encima cuanto antes. Total, vamos a cobrar lo mismo, no nos van
a pagar más por hacer las cosas mejor.
Si el español medio puede estafar
a alguien, le estafa. Porque como dije al principio, el español tiene que ser
el más listo, a él nadie le engaña, y la forma de demostrar que eres el más
listo es engañar a alguien.
Pero estamos llenos de paradojas,
y una de ellas es que, pese a que nos gusta pavonearnos de lo nuestro y decir
que es lo mejor, nos encanta desterrar nuestras costumbres centenarias y
adoptar otras más mediáticas, sobre todo si se escriben en inglés, que es más
guay. Véase Halloween.
Si le preguntas al español medio
“¿y qué mundo le estamos dejando a quienes vengan después?”, el español medio
te responde que a él lo que le importa es lo de ahora y que lo que pase después
es problema de quien venga después.
Ojo, que algunas (por suerte, no
demasiadas) de las cosas que he descrito se me pueden echar en cara a mí
también. Y a cualquiera, supongo. No deja de ser una cuestión de cultura. Pero
que yo lo haga no quiere decir que no me avergüence. Y también es verdad que
tenemos cosas buenas. Somos hospitalarios, por ejemplo. No se me ocurren
muchas, la verdad, pero las tenemos. Aunque me temo que pesan más las malas.
En fin, así somos. En general,
claro. Siempre hay excepciones. Y teniendo en cuenta que somos así, tanto
quienes mandan como, sobre todo, quienes votan. ¿No es normal que estemos en la
situación que estamos? ¿No nos lo hemos buscado y nos lo seguimos buscando?
Sin tener ni puta idea ni de
economía ni de política (soy español, tendré que hablar sin saber), me da la
impresión de que es muy difícil que tal y como están organizadas las cosas
podamos ir a mejor. Un sistema que para su buen funcionamiento necesita que la
gente sea honesta y no mire sólo por sus intereses no puede funcionar con la
mentalidad de la gente de este país. Siempre se corromperá, siempre habrá
alguien que quiera más, siempre habrá alguien que haga trampa y alguien que lo
vea y no diga nada. Quizá lo mejor sería que se fuera todo a la mierda y ya
está. Volver a empezar. Porque la sociedad española en particular, y, me temo,
la humanidad en general, están tan podridas que esto tiene difícil arreglo.
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