domingo, 19 de diciembre de 2010

Ovejas y cabras

Ayer estuve con mi novia en un concierto, de Pereza, en el Palacio de los Deportes de Madrid, que no se cuanta capacidad tiene pero caben bastantes personas, algunos miles si que habría. Gran concierto, me encantó, realmente valió la pena salir de casa a las 5 aunque empezase a las 8 y cuarto. No soy de esos que les gusta estar esperando 3 o 4 horas antes de que empiecen las cosas para coger sitio y tal, no me gustan las aglomeraciones de gente y el caos que generan este tipo de situaciones, con tanta gente.


Cuando llegamos a la cola a eso de las 6 nos sorprendimos de lo larga que era para quedar todavía tanto tiempo y nos limitamos a ponernos allí, esperando a que abriesen las puertas a las 7 y media. En fin, esperando, la cola se hacía más larga detrás de nosotros a medida que pasaban los minutos y cada vez quedaba menos. Entonces, a eso de las 7 y cuarto sucedió lo inexplicable, lo que demuestra lo tontas que podemos llegar a ser las personas. Quitaron la vaya que separaba el principio de la cola de las puertas para entrar al concierto y se empezaron a escuchar los típicos gritos de niñas tontas de este tipo de situaciones, pero eso no era lo peor, eso ya me lo esperaba yo. Lo peor fue como de repente, cuando me quise dar cuenta me vi corriendo hacia delante como si estuviese dentro de una estampida, como si hubiesen abierto un grifo y todas las personas que estábamos esperando en la cola fuésemos un chorro de agua, corriendo como si regalaran lingotes de oro en la otra punta, después de llevar más de una hora haciendo cola (algunos bastante más tiempo). Una chica cayó al suelo y la gente casi la pisa, botellas y vasos por ahí tirados, abrigos, guantes y a saber qué no perdería la gente en ese momento de caos. Pero vamos a ver, ¿para qué coño sirve salir corriendo así? ¿Váis a entrar antes? Si en el fondo seguro que se tardó más de esa manera, porque con las filas hechas entrábamos de uno en uno y listo, y no se habría formado el mogollón de gente que se formó. Es que a veces me parece que somos como animales, o peores, porque teniendo la inteligencia que se nos supone deberíamos preveer que una estampida no es lo más adecuado para entrar en un concierto. Unos corren para coger sitio en primera fila, los siguientes para quitarselo y así sucesivamente, hasta que todos corren porque tienes dos opciones: o corres o entras el último. Sólo faltaba el pastor y el perro para manejar el rebaño, porque no hay que pensar que sólo se corrió una vez, no, paramos y después llegó a haber otro arreón con su consiguiente desconcierto general.


En fin, no vale la pena darle más vueltas, decir que a veces las personas somos como un rebaño de ovejas no resulta exagerado, a mi por lo menos, y lo peor es que seguirá siendo así porque ¿para que llevar un orden lógico y sensato de hacer las cosas pudiendo hacerlo todo a lo loco y sin pensar en lo que pasará después? Mientas que las personas sigamos pensando así, no valdremos más que un rebaño de ovejas.

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